Spinoza preguntaba: “¿qué puede un cuerpo? ¿De qué afectos es capaz? Los afectos son devenires: unas veces nos debilitan, en la medida en que disminuyen nuestra potencia de obrar y descomponen nuestras relaciones (tristeza); y otras nos hacen más fuertes, en la medida en que aumentan nuestra potencia y nos hacen entrar en un individuo más amplio o superior (alegría)”.
El filósofo no cesaba de asombrarse del cuerpo, de lo que puede el cuerpo. Y es que los cuerpos no se definen por su género o por su especie, por sus órganos y sus funciones, sino por lo que pueden, por los afectos de que son capaces, tanto en pasión como en acción.
El fútbol tiene infinitas posibilidades de afectos: alegrías, angustias, pasiones, tristezas, desesperación, enojo, frustración, agresividad… Y todas éstas pueden suceder en un solo partido. En los 90 minutos de juego los 22 cuerpos que se encuentran en la cancha son acción pura, fuerza y potencia.
La noción de actividad, siempre ha pertenecido al cuerpo, pero a nosotros nos gusta sostenerla por el logos. Quizás por ello, antes, durante y después de un partido se habla de la estrategia, de la táctica, del juego en equipo, de la mentalidad, de la competitividad, de la velocidad del balón, de su parábola, de la suerte, de la injusticia…
Giremos el balón y hablemos de los efectos y afectos que generan los cuerpos de los jugadores, de sus lanzamientos y desplazamientos, de su fricción entre sus cuerpos y con el campo.
En un tiro libre los cuerpos se contienen para formar una línea perfecta; las manos y las miradas; los torsos y los abrazos; las piernas y las risas. Todo queda en suspenso para conocer el desenlace del tiro. Después todos los cuerpos y afectos encuentran su cauce, un grito, un abrazo, el llanto, la incredulidad, la euforia, los músculos y piernas relajados…
La libertad que tiene el portero de desplazar y usar todo su cuerpo está limitada al área su portería. Simultáneamente es un cuerpo libre y contenido a la vez.
El desplazamiento firme hacia lo alto de la tarjeta roja es la contundente e inamovible orden para que un cuerpo entre en reposo.
Los tiempos extra llevan al cuerpo al extremo, aparecen los calambres, la desesperación; la clave es la frontera entre la resistencia psicológica y el cansancio físico.
El éxtasis supremo: el Gol. El cuerpo del autor se arrastrará, o se amontonará con otros cuerpos, se agolpará hacia las gradas, se hincará en señal de agradecimiento al otro supremo.
Los efectos y afectos de nuestros cuerpos, junto a los 22 cuerpos en la cancha, son infinitos. El fútbol es potencia y tiene la posibilidad de hacernos entrar en individuos más amplios, en individuos alegres.
REB
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